Crisis en las instituciones: ¿A quién le creemos?

 

El desafío más grande hoy es una impensada consecuencia de los éxitos del pasado. Si las instituciones no lo afrontan, podrían perder la confianza de las personas.

Pese a ciertos altibajos, la economía en el mundo se ha mantenido saludable en los últimos 70 años. Según el Banco Mundial, el porcentaje de personas viviendo en pobreza es mucho menor comparado con 1820, considerando que hoy en día la población es hasta siete veces más grande. Este logro va de la mano con los otros éxitos obtenidos en los últimos años, como los avances en la tecnología, en la medicina, la mejora en la calidad de vida, entre otros.

Los resultados positivos se deben, en gran medida, a diferentes instituciones y compañías que han estado a la vanguardia y han impulsado este nuevo normal. No obstante, el escenario está cambiando. Las organizaciones responsables de estos éxitos enfrentan ahora una crisis de legitimidad. Su influencia, e incluso su existencia, están siendo cuestionadas por primera vez en décadas. Estas compañías son señaladas como responsables de las nuevas formas de bienestar, prosperidad y salud en las comunidades y público en general. Independientemente de si consideramos que las acusaciones tienen asidero o no, se trata de un tema que debe tomarse en serio.

Esta crisis se debe, principalmente, a cinco desafíos que afectan a todas las regiones del mundo: asimetría, disrupción, edad, populismo y confianza, ADAPT (por sus siglas en inglés), que además hacen referencia al constante cambio y la necesidad de adaptarse al mismo.

Crisis en las instituciones: ¿A quién le creemos?

Si bien estos no son los únicos problemas que generan conflictos alrededor del mundo, otros temas urgentes como el cambio climático o la violación de los derechos humanos, por ejemplo, no necesariamente afectan de manera directa la legitimidad de las organizaciones. Sin embargo, sí tienen cierto efecto, y si las instituciones pierden valor ante la percepción pública, será más difícil enfrentar otros problemas o amenazas globales.

Ignorar esta realidad sería un terrible error para las compañías. Dejar que “el tiempo resuelva” estos problemas conduciría a un camino sin retorno, con un daño muy alto para la organización. Todo tipo de institución debe entender la urgencia de esta situación, incluso aquellas que priorizan otros aspectos, como cumplir con los objetivos anuales a nivel financiero, por poner un ejemplo. Meta que sin duda es relevante, pero que también correría peligro si no se pone atención a todos los frentes.

De estos cinco desafíos, la asimetría se refiere a una realidad económica: si bien la situación en el mundo ha mejorado, la distribución de la riqueza no se ha dado de forma equitativa. La mayor cantidad de capital se concentra en un grupo reducido de personas. Menos del uno por ciento de personas concentran más del 45% de la riqueza, y el número de millonarios se ha duplicado en los últimos 10 años. Como consecuencia, muchos no se benefician del crecimiento económico y se ven incapaces de adquirir una vivienda, o acceder a educación adecuada para mantenerse competitivos en el mercado laboral.

Por otro lado, los impactos de la disrupción tecnológica son evidentes. Es verdad que la mayoría de industrias se ha beneficiado con los avances tecnológicos; pero estos también tienen un impacto negativo, sobre todo en los trabajadores con labores repetitivas, que podrían perder sus empleos para ser reemplazados por sistemas de automatización e inteligencia artificial. Negocios basados en las relaciones humanas y la confianza podrían verse perjudicados por la suspicacia de los clientes ante la nueva forma de servicio.

La edad promedio a nivel mundial también causa mucha preocupación. Mientras que países como Japón, China, Rusia y gran parte de Europa Occidental tienen un promedio de edad muy alto, India, Arabia Saudita, la mayoría de países africanos y latinoamericanos cuentan con sociedades mucho más jóvenes.

Las sociedades con edad más avanzada sufren por un sistema de salud inadecuado para su condición, y la falta de fuerza laboral joven. Caso contrario el de Latinoamérica, donde los jóvenes no tienen mucho acceso a nuevas oportunidades en el mercado laboral. En consecuencia, en los próximos años podríamos ver a regiones como Europa Occidental incapaces de sostenerse por sí mismas, y a Latinoamérica luchando por sobrevivir a toda costa.

Del mismo modo, el populismo es una problemática creciente en los últimos años, impulsado por el rechazo a la globalización y los movimientos migratorios. Ejemplos sobran, como el ascenso al poder de Trump y Bolsonaro, el Brexit, o la xenofobia hacia los venezolanos en los países sudamericanos que han sido destino de estos refugiados y migrantes. Es decir, el movimiento “populista” no es más que una reacción ante un panorama incierto que afecta la forma de vivir de las personas, según la opinión de ciertos sectores. El éxito de este tipo de política puede ser peligroso en todo sentido, incluyendo a los negocios, que se enfrentarían a gobiernos más rígidos y con pocas oportunidades de inversión.

Por último, la corrupción ha sido la protagonista en el ámbito político latinoamericano, especialmente tras las revelaciones del caso Odebrecht. Luego que esta información saliera a la luz, es comprensible la falta de confianza de la población hacia las autoridades. Situación que no es exclusiva de nuestra región. Diferentes instituciones, gobiernos, centros educativos y religiosos han perdido credibilidad a nivel global por hechos similares.

Es importante no perder de vista que la desconfianza también puede generarse por la rápida evolución de nuestros estilos de vida y la inminente inclusión de la tecnología en el día a día. Las personas temen por su seguridad y privacidad, por la posibilidad que su información más privada pueda ser causal de un daño o perjuicio.

Finalmente, la confianza y credibilidad se construyen, y para lograrlo todas las instituciones deben trabajar por un bien común. Reconstruir la credibilidad perdida es una tarea muy difícil. Es importante tener la capacidad de reconocer los factores que llevan a las empresas a estas situaciones de crisis para poder prevenirlas y, llegado el momento, saber cómo enfrentarlas.

 

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